No lo puedo
evitar. Tampoco quiero evitarlo. Cuando me encuentro con un edificio, sea este
del estilo que sea, esto no importa, y siento en algún rincón de mi pecho que
me está llamando a la batalla, que me pone fachada de reto, un empujón de
tsunami se despierta en lo más hondo y me arroja al centro de la contienda con
una decisión que me arranca lo mejor de mí en este tipo de encuentros y cojo la
cámara y me vuelvo loco por entrar al trapo. Este es el resultado de
la batalla de esta misma mañana.
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