Por cobijarme al amparo,
me propuse un bosque,
un lugar de plata
en el que hostigar la consunción,
la delgadez de la mirada
con intención de la belleza,
de la toma y posesión
de la nave que maniobré ayer
hasta concluir en el descanso.
Por ensanchar el aliento,
viajé desnudo y descalzo,
sediento de humedad
donde encontrar reposo al latido,
silencio en majestad,
donde el metal del arbolado
la estatura del río
y el azogue de mi espalda,
fuesen al fin, paisaje.
Un lugar donde la nada y el silencio
se hablan en tiempo pasado.