Hay paisajes que me retrotraen a la infancia, a aquel seis de enero en los que me levantaba esperando que ese año Melchor hubiese leído mi carta y por fin entre otros muchos regalos, estuviese el tren eléctrico que tanto anhelaba. Jamás llegó ese preciado regalo a pesar de lo cual, continué creyendo en los Reyes Magos. Tal vez por esa falta de responsabilidad por parte de los Magos, aún hoy, pasados muchos años, no puedo dejar de pararme ante un decorado como este y esperar, ahora sí, el paso seguro del tren.