Hay en estos edificios un algo que se retrae.
De ahí mi interés desmedido por estas arquitecturas.
Es algo que no tiene apariencia visible, un acto de reflexión por su parte que me contagia de magia. Me ofrecen una razón para que, sin razón, me deje arrastrar por el sentido de la vista y me obligue a respirar ese aire estático, esa quietud de años.
Su presencia me habla, me llama y me pone en comunicación con una emoción que me hace sentir que delante de mí hay una obra gigantesca de regeneración.
No sé, no sé, pero el asunto es que siempre me detengo ante estos “amigos” y aprieto el disparador.
Siempre admiraré la enorme belleza que hay en ellos.